Entrevista

Estatua de Giuseppe Tartini en Pirano
¿Qué tipo de novela es La fuga del maestro Tartini?

Se trata de las memorias que escribe en su vejez Giuseppe Tartini, músico fascinante del siglo XVIII. Se complementan con la versión de un personaje que ha intervenido en el destino de Tartini de una manera que él solamente logra vislumbrar. La fuga del maestro Tartini se sirve con naturalidad de elementos de la novela psicológica, la histórica, la fantástica y la de aventuras, para mostrar los diversos planos que contiene una vida, con lo recordado pero también con lo olvidado, con las experiencias evidentes, y también con aquellas sólo intuidas. Es una aventura exterior e interior. En ella se integran historia, vida, sueño y mito. 



¿Cuál es la fuga de Tartini?

El término se emplea en su doble sentido. Tartini comienza a huir desde muy joven del destino eclesiástico que le tenía reservado su familia. Primero se convierte en maestro de la espada, una máscara de la que también terminará huyendo hasta encontrar, con autenticidad, su vocación musical; pero ahí crea otras máscaras, otras esclavitudes de las que también tiene que huir, de experiencia en experiencia. Así lo hará hasta encontrarse definitivamente consigo mismo. Por otro lado, la novela está construida como una fuga musical. Cada tema narrado por Tartini en sus memorias, se va desarrollando en una voz posterior, misteriosa, que lo matiza o lo enriquece, desvelando lo que en ellos queda oculto, como una “fuga”. Además, el título tiene mucho que ver con el final de la novela; pero esto es algo de lo que no puedo hablar.


¿Cómo llegaste a Tartini?

Me enamoré de su música. Escuché la Sonata del diablo y se me quedó tan dentro que quise saber todo sobre la persona que la había compuesto y escuchar el resto de su obra. Enseguida descubrí que había sido espadachín antes de violinista, y me fascinó esa transformación: la pericia, la técnica de la mano que servía para matar, para destruir, se convirtió en la misma mano que creó una de las músicas más originales y bellas de su tiempo. Investigué durante dos años, viajando a cualquier lugar donde hubiera huellas de su presencia. Leí libros perdidos, encontré publicaciones muy especializadas, difíciles de localizar. Entrevisté a músicos, lutieres, bibliotecarios, anticuarios. Mientras tanto, iba interiorizando su música. De alguna forma me iba convirtiendo en él. Salía de su antigua casa en Padua, hacia la Basílica donde trabajó, por ejemplo, silbando una de sus melodías, quizá como él mismo había hecho, pisando el mismo suelo. Yo iba siendo el Giuseppe Tartini que descubría y el que al mismo tiempo me inventaba. 


Giuseppe Tartini es un personaje construido desde diferentes planos: el artístico, el pasional, el filosófico, el histórico. ¿Cuáles son, a tu entender, los rasgos más humanos de este personaje tan complejo?

Tartini encarna la aventura humana: vivir contra las dificultades de su tiempo, alcanzar algo valioso que se corresponda con su identidad, bucear hasta el fondo de sí mismo e intentar conocer el sentido del mundo, tratar de trascender la amenaza de la muerte creando algo que valga la pena para otros, ser feliz, lograr la belleza y conservarla. Y todo ello en relación con otras personas que tienen su propia búsqueda, su propia visión. En ese cruce, resaltan los rasgos –positivos y negativos– de su humanidad. 


Aporta el punto de vista histórico alguna peculiaridad a la novela? ¿Crees que podrías haber ubicado esta historia en cualquier época?


Tartini vivió en el siglo XVIII, un siglo que me interesa especialmente, en el que están desapareciendo las viejas certezas y apareciendo las certezas nuevas que crearán el mundo moderno. Conviven la aspiración a la ciencia y el misticismo, por ejemplo, lo barroco, lo clásico y lo preromántico, la observación y la introspección, las instituciones religiosas y la necesidad de libertad individual. Los contrarios conviven y Giuseppe Tartini encarnó gran parte de ellos. Yo los he potenciado mucho en la novela. Esa convivencia de incertidumbres y aspiraciones es totalmente contemporánea. 

La novela aborda las relaciones personales de Tartini desde tres puntos de vista: la familia, el amor y la amistad. ¿Cuáles son, a tu entender, los grados de profundidad que establece el personaje con cada una de ellas?


Enorme en relación a la familia, aunque en oposición a las ataduras tradicionales que representa. También respecto a la amistad, a la que esta novela hace un decidido canto, a pesar de las traiciones que puede llegar a incluir. En cuanto al amor, la novela comienza con el viejo Tartini que escribe en su habitación, frente de la iglesia donde está enterrada su mujer, Elisabetta, una iglesia dedicada a una santa que se llama como la madre de Giuseppe: Caterina. Son las dos mujeres que marcan fundamentalmente su vida. De las dos tiene que huir; para su madre, él fue una carga; para él, lo fue Elisabetta, una mujer compleja, en el cruce de muchos intereses. A lo largo de la escritura de sus memorias, Tartini descubre parte de las claves de su relación con ellas, pero la totalidad solo las descubrirán los lectores. Hay otras mujeres fundamentales: Silvia, Giulietta, Catina, muy especialmente, la posadera con la que Tartini tiene un hijo bastardo, su único hijo; y Maddalena, una violinista muy joven, extraordinaria, la mejor de su tiempo para Tartini (incluyendo a los hombres), de la que, por supuesto, se enamora. 


La relación de Tartini con la música es algo que abordas desde que el personaje es un niño, ¿podrías explicar la evolución que esta pasión tiene en la historia?

Tartini ama los sonidos antes que la música; aprende a escuchar a los seres vivos e inertes de la naturaleza; a las personas y a sus objetos; posteriormente, aprende a escuchar y a interpretar la música de los músicos, con el afán de superarlos; pero, cuando lo consigue, no tie-ne bastante, su ambición crece hasta tal punto que, por ejemplo, quiere conocer la música que hacen los astros al girar. Y ese aprendizaje lo va trasladando a sus propias composiciones. Con el tiempo, se va dando cuenta de que la música que le interesa es la que suena dentro del alma, la que trasmite y pulsan las emociones humanas. Y de alguna manera siente que esa es la única música que le conecta con el origen, con esos sonidos de la naturaleza que perseguía desde niño. Cuando Tartini consigue la madurez suficiente, decide establecer una escuela de violín, por la que le acaban llamando el Maestro de las Naciones. A él acuden músicos de todas las latitudes. Y lo fue de muchos músicos importantes, Salieri, por ejemplo. Mozart también lo cita en su tratado sobre el violín. Tartini fue uno de los músicos más importantes de su tiempo, y su nombre cruzó en vida las fronteras de Europa. 


El tiempo juega también un papel fundamental en la idea que quieres transmitir: uno de los narradores de la historia, personaje entre siniestro y divertido, juega con la idea de lo atemporal. Nos lleva a otras épocas de la historia, incluso a la actual: ¿cuál es tu intención en este juego?


Mostrar que todo está interconectado, no sólo en el espacio, también en el tiempo. Ese personaje que mencionas juega a señalar que, desde cierto punto de vista, pasado, presente y futuro suceden de manera simultánea, porque todos estamos relacionados en una red de acciones y efectos que superan nuestra concepción temporal de la vida. 

Con el dragón en el bosque de Bomarzo
La idea del viaje como catarsis se plasma con una serie de viajes ligados a cambios vitales, ¿podrías hacernos un breve recorrido geográfico?

Pirano es siempre la ciudad que hay que abandonar; Asís, Ancona, Venecia y Praga, las ciudades donde suceden las transformaciones más profundas; Padua es la ciudad que trasciende a todas, donde tienen lugar las elecciones definitivas. Además, en la novela se suceden otro tipo de viajes, por zonas ocultas. 


¿Hasta qué punto coinciden el Giuseppe Tartini real y el de tu novela?

Mi personaje es una invención basada en una existencia. Llegué a descubrir muchos hitos de su vida, confusos para algunos de sus historiadores. Y en la novela respeté cada una de sus cimas, como en una cadena montañosa. Los picos de esas montañas son reales, desde su nacimiento hasta su muerte: el interior de cada montaña pertenece fundamentalmente a mi imaginación. Sólo una cosa cambié: la enfermedad que le llevó a la muerte fue una gangrena en la pierna. A mi personaje de ficción le interesaba más que le afectara el brazo, por razones que el lector descubrirá. La misma técnica, documentación e invención, la trasladé al ambiente de la época, a la cotidianidad en la que se mueve Tartini, que escribe sus memorias en forma de diario. Quise que la novela se pudiera vivir: que el lector pueda pasear y mirar lo que Tartini vio, incluso la nieve que realmente pudo contemplar a través de su ventana; entrar con él en las tabernas a tomar un vino. En esta novela, se bebe, se ríe, se mata, se abraza, se viaja, se oye música. Es fundamental el contacto de Tartini con todo tipo de personas, con sus amores, con sus amigos y con sus enemigos. A pesar de los pesares, hay una celebración de lo mejor del ser humano. Y ese lado mejor es cotidiano. 


¿Ocurre lo mismo con el resto de los personajes?


En efecto, conviven los personajes históricos con los imaginados. El lector se encontrará con Vivaldi, o Albinoni, con otros músicos que vivieron, como el mejor amigo de Tartini, Antonio Vandini. Me basé en muchos testimonios de la época para construirlos, principalmente en el relato de viajeros. Pero muchos otros vinieron a la novela directamente desde la imaginación, desde un mundo misterioso (por ejemplo, el de la alquimia), en el que también investigué durante largo tiempo. El reto es que todos ellos juntos tengan el mismo rango de vida para el lector.


Personajes como el que le dicta en un sueño la famosa sonata...

En efecto, esa es la leyenda que da origen a la música de Tartini, una música tan especial que solamente un ser mágico la puede inspirar. Pero ese ser mágico probablemente habita dentro de cada uno de nosotros. Uno puede conectar con él si profundiza lo suficiente. Eso es lo que hace el protagonista de mi novela: encuentra la parte sagrada de sí mismo, en la que también hay una parte oscura. Hay que pactar con ella, para poder hacerla útil en la vida. En el caso de un músico, componer la música más excelsa y triunfar con ella. Pero siempre te pide algo a cambio. Si huyes de ella, también tienes que pagar un precio. 


Es el pacto fáustico.


Fausto quería conocerlo todo; Tartini también, conocer el sentido último de la existencia y, además, expresarlo musicalmente. Pero Tartini se da cuenta de algo más: ese sentido último está mucho más cerca de lo que parece, y se puede llegar a él gracias a la observación y a la creación musical. Esta novela también narra las inquietudes de los creadores que se debaten día a día entre la necesidad de encontrar la belleza y la verdad a través de su arte y la obligación de adaptarse a la sociedad en la que viven, y triunfar en ella. Tartini, al escribir sus memorias, muestra un decidido impulso por descifrar el sentido de su vida y de encontrar los secretos que pueden liberarle de la angustia de la muerte, entre otras esclavitudes. Hay algo que quizás la vence: la belleza. Gracias a ella, siguen vivos todos los seres humanos que nos precedieron y crearon algo que seguimos admirando hoy en día y que otros admirarán en el futuro. Como la música que creó Tartini. 



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